Masters of Rock - Day II: Trascendencia intergeneracional

Homero Ramírez | Jueves 24 de abril de 2025

Fotografías: @naranjadelbosque

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Scorpions cerró el Masters of Rock y las palabras sobran. Los alemanes son un fenómeno de la música y con 60 años de carrera ofrecieron un concierto redondo en su octava visita a Chile que fue de menos a más y que terminó colmada de emoción, con todos los músicos rendidos al amor que les entregó su audiencia y cerca de 50 baquetas regaladas por Klaus Meine a sus primeras filas. Hubo looks espléndidos y gráficas que reflejan las múltiples texturas del grupo que en el encore plantó un escorpión gigante detrás de los instrumentos. Caótico y esencial.

El carnaval de hard rock fue una demostración más de que el número líder de cartel es candidato a ser uno de los más probados del globo. Un éxito seguro que no va a dejar indiferentes. Bueno, los hits hacen buena parte de la pega. Y que suenen tan bien desde lo instrumental, la faltante. “Gas in the Tank”, “Bad Boys Running Wild”, “Send Me an Angel”, “Wind of Change”, “Tease Me Please Me”, “Still Loving You” y “Rock You Like a Hurricane”. No. No había cómo la cosa no funcionara. Meine se afirmó a la media hora y en los lentos deslumbró, Pawel Maciwoda y Mikkey Dee brindaron solos de bajo y batería y tanto Matthias Jabs como Rudolf Schenker llevaron la experiencia sonora hacia una dimensión superior.

Pero la jornada arrancó temprano. Son 35 los años de Enigma sobre los escenarios. Con Álvaro Paci y José Antonio Vásquez como miembros originales, más Nelson Montenegro y Sebastián Bello en la voz y el bajo, el cuarteto heavy salió antes de lo pactado a escena y agradeció por esas caras conocidas que se repiten en sus shows, y también por los jóvenes interesados, esos que nacieron después de aquel lejano 1990 de la formación pero que han valorado su música y se han hecho presentes en tardes tan históricas como la de este jueves.

De “Los 33”, inspirada en la cobertura de Paci por Canal 13 de los mineros atrapados que lograron salir de la San José, a “Voces disidentes” con Leonardo Corvalán -uno de sus ex vocalistas más icónicos-, la velada fue siempre especial y tanto la potencia del guitarrista y frontman como la mega aguda presencia escénica de Montenegro resonaron en todo un Movistar Arena que aplaudió el producto nacional que encima se encuentra produciendo un cuarto larga duración.

Lo de Queensryche se puede describir como un bien necesario que hace rato no tenía su espacio. Los fanáticos chilenos del suceso de finales de los ochenta e inicios de los noventa no podían verlos, de hecho, desde 2008 cuando todavía cantaba allí Geoff Tate, por lo que el paso del radiante y estruendoso Todd La Torre interpretando tal calibre de clásicos como “Operation: Mindcrime” y “Empire” -justamente el nombre de las placas más exitosas- fue completamente inédito en Santiago. Michael Wilton y Mike Stone en la doble guitarra, Eddie Jackson en el bajo y Casey Grillo en batería completaron un dream team que sonó glamoroso y siempre vanguardista.

El glam metal de Europe no tiene comparación. Y su vigencia menos. ¿Ingredientes? Sobraron. La rigurosidad de John Norum, el liderazgo y vozarrón de Joey Tempest y un apoyo fundamental de John Levén, Ian Haugland y Mic Michaeli, este último el que hizo en vivo las notas de teclado tan representativas  y únicas en su especie de “The Final Countdown”, el único momento de delirio en medio de un recital demasiado correcto y sin puntos bajos que ha dejado la vara muy alta de cara a potenciales siguientes ediciones. Y que resalta la necesidad de que retornen pronto y en solitario los de Estocolmo. “Rock the Night”, “Sign of the Times”, “Carrie” y “Supersticious” se erigieron como puntos de ebullición de un jueves que bajó los decibeles del miércoles pero mantuvo el status de los protagonistas en lo más alto. Europe es todo lo que está bien: himnos creados para que arenas completas los abracen hasta que exploten. Y vaya que lo hacen.

Ver a bandas como Scorpions y Europe es literalmente viajar por el tiempo para encontrarse en ese punto de la historia donde lo que funciona se eterniza y la trascendencia se vuelve intergeneracional. Porque si lo escuchan los padres también lo harán los hijos, y así sucesivamente. Maestros arriba, seguidores abajo, y otro gran festival ha bajado el telón.