Masters of Rock 2025 - Day I: Con dioses es más fácil

Homero Ramírez | Miércoles 23 de abril de 2025

Fotografías: @naranjadelbosque

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Judas Priest y Opeth han conquistado al público chileno en la primera jornada de un Masters of Rock 2025 que a mitad de semana reunió a leyendas por doquier en un Movistar Arena que hirvió de principio a fin mientras el metal volvía experiencia en una de peso pesado.

El colectivo de Birmingham que lidera Rob Halford desde los años sesenta pisó fuerte con un set arrollador e incansable de 110 minutos de cuero, agudos y hasta la moto en la tarima a la hora de “Hell Bent for Leather” y “Living After Midnight”, la recta final de un encore que el frontman interpretó al volante. 

El metal comienza en Judas y verlos en vivo es esencialmente absorber historia, estética, hegemonía y energía: prometieron volver, como siempre hacen y siempre cumplen. Hicieron un show casi sin respiro pasada la medianoche y el repaso de una discografía notable tuvo espacio para “Invincible Shield” del 2024 pero también joyas setenteras como “Victim of Change”, o peaks de la talla de “Breaking the Law” y “Painkiller”.

Opeth, que salió temprano a encontrarse con sus fans, en la voz de Mikael Åkerfeldt definió a Chile como “la capital del heavy metal en el mundo”. O bien Miguelito, como se ‘tradujo’ el compañero de banda de Peluca y Di Caprio, dícese Fredrik Åkesson y Joakim Svalberg, que se llevaron una ovación tras otra porque de virtudes absolutas en la ejecución de sus instrumentos vaya que saben los de Estocolmo.

Åkerfeldt fue un combo siendo uno solo: gutural de death, capacidad de convertir la atmósfera en una de melancolía y nostalgia y sobre todo la de complejizar el día con los “párrafos” del “The Last Will and Testament” (2024), un álbum progresivo de death que combina la furia con la multiplicidad sonora. Miguelito, que fue espontáneo, divertido y se reconoció “groupie de Judas” antes de los noventa, advirtió que sería difícil de digerir las nuevas canciones pero celebró que salió todo bien, pese a que junto a Akesson no tenían espacio para el relajo en ninguna nota. 

Las puertas se abrieron a las cinco de la tarde y Pentagram subió a escena una hora después. La leyenda chilena recorrió 40 años de trayectoria en media hora de alta potencia, death metal y fidelidad de un circuito metalero chileno que mantiene arriba la escena. Fue, sin espacio a duda, un arranque furioso que calentó el motor.

Más tarde Savatage no decepcionó tampoco pues el arsenal de clásicos que trajeron Zachary Stevens y compañía, quienes conviven con la ausencia de Jon Oliva, el cerebro y formador: por una esclerosis múltiple y el síndrome de Ménière, ya no sale de gira y en Zak recaen las grandes responsabilidades y los notables altos, falsetes, gritos y delirio. Igual cantaron a dúo, con Oliva en pantalla, la recontra emotiva “Believe”. “Sirens” fue coreada y también “Handful of Rain”. Fue una hora de rock puro, honesto, sencillo, efectivo y glam. 

Al cierre, Judas. Los dioses del metal lo iban a hacer todo más fácil para un festival que en serio movilizó.