St. Vincent y Kim Gordon en Chile: Estado de éxtasis inmersivo

Homero Ramírez | Miécoles 28 de mayo de 2025

Fotografías: @lukascruzat

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En una propuesta de tintes históricos, St. Vincent y Kim Gordon protagonizaron una noche potente de rock y noise que conquistó a los presentes en un Teatro Caupolicán dispuesto a deleitarse con nombres legendarios pero claros en el objetivo de continuar un camino de trascendencia y perspectiva de vanguardia sonora.

En el caso de la neoyorquina, la presentación de 55 minutos estuvo enfocada en el refrescante “The Collective” (2024), el segundo álbum de una carrera solista que hoy se está centrando en secuencias de batería extremas, voces y guitarras en plena distorsión y un -como su nombre- colectivo centrado en hacer lucir a su frontman, una que a ratos recita y en la continuidad reflexiona adelantada a los tiempos que vivimos.

El show de Kim Gordon es en penumbras y no es sencillo de digerir, pero a sus principios nunca va a renunciar aquella voz femenina de Sonic Youth con 44 años sobre los escenarios que a esta altura derrocha su categoría mientras nunca para de experimentar. En una enérgica colección de ‘nuevos clásicos’, volvió al país andino donde en el lejano 2012 cerró (en el Club Hípico) el capítulo más gigante de su historia.

Iba a llegar el momento de St. Vincent, quien en su tercera cita con Chile tocó por primera “All Born Screaming” (2024), una muy aclamada séptima placa de estudio indutrialísima y capaz un escalón más rockero de cómo se lee su discografía, una refinada y dada para seleccionar piezas de cara a armar un set más ambicioso que las ocasiones anteriores, ambas inmersas en el contexto del Lollapalooza, que le limitó por tiempo la chance de desplegar lo que sí pudo este 2025.

Es que Annie ha entrado y se ha ido por todo lo alto. Cocinó “Reckless” a fuego lento, “Los Ageless” ya tenía el fuego a pleno y en “Broken Man” la que ardía era ella, quien empezó a convertir el espectáculo en uno de tintes teatrales, de entrega en cuerpo y alma y de halagos para Chile, “el mejor país de todos” por la Cordillera de los Andes y el mar, como detalló.

“Birth in Reverse” destacó entre los clásicos más recordados, “Dilettante” realzó su carácter seductor y cantó arriba de las primeras filas y en los rincones, en “Pay Your Way in Pain” le bailó por arriba a uno de los guardias, y con “Violent Times” indagó sobre lo que no quiere para el mundo. St. Vincent dio el mejor concierto del año, gritó, río sin parar, se entregó y nunca se escondió, cantó “New York” enterita nadando en la cancha con total dominio de los nervios (y del micrófono) y con robo de sus tacos incluido, aunque con devolución… Fue, la noche del martes 27 de mayo, estado de éxtasis inmersivo, con el outro de “All Born Screaming” cual portal entre lo material y lo inmaterial: como si evolucionar fuese una obligación. El amor entre la 6 veces ganadora del Grammy (3 este año) y Santiago fue total y recíproco.

El Caupolicán se fue llenando de a poco y unos 3.500 fueron testigos de dos conciertos de artistas que se quieren, que no entienden de pasar desapercibidas y que basan su reconocimiento en la capacidad de reinventarse sin descuidar la calidad en la ejecución. Y es que por momentos fue una noche escandalosa, delirante, ¿pero no eran esas las mejores?