Kendrick Lamar en Chile: un show poético y explosivo que confirmó su reinado absoluto en el rap mundial

Lukas Cruzat | Lunes 6 de octubre de 2025

Fotografías: Achraf Issami

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En una noche que quedará grabada en la memoria de los fanáticos, Kendrick Lamar hizo vibrar el Estadio Monumental con una presentación que rozó la perfección. Su regreso a Chile, seis años después de su paso por Lollapalooza, marcó un antes y un después en la historia de los conciertos de rap en el país. Con su Grand National Tour, el artista oriundo de Compton presentó su nuevo disco GNX en medio de una puesta en escena cinematográfica, dividida en actos, que combinó teatralidad, visuales impactantes y una narrativa potente.

Desde los primeros segundos de "wacced out murals", el ambiente se llenó de expectación. Lo que siguió fue un despliegue visual a otro nivel, una radio gigante, escaleras que ascendían hacia la nada y un auto gigante. Entre humo, luces y una coreografía precisa, Lamar dominó el escenario con una presencia de otro planeta, convirtiendo cada pausa y cada verso en un acto de comunión con su público. “N95", "King Kunta" y “ELEMENT." estallaron en una secuencia que encendió a todos los presentes.

En "Euphoria", Lamar desnudó su alma frente a una multitud, con "hey, now" y “Reincarnated" mostró su versatilidad, dando a entender que él no es solo un cantante, sino un predicador.

Camino al cierre, el repertorio se transformó en un homenaje a su trayectoria. Clásicos como "HUMBLE.", “DNA.", "Poetic Justice" y "LOVE" se entrelazaron con los temas más frescos de GNX, demostrando por qué Kendrick es considerado el mejor rapero de su generación. No hubo un solo rincón del Monumental que no se moviera al ritmo de su voz.

Con "Luther"y "TV Off", se hizo sentir el poder del rap, no hubo persona que no saltara y cantara sus potentes estrofas. La intensidad alcanzó su punto más alto con "Not Like Us", el momento más esperado de la noche, donde el estadio entero se convirtió en un coro unísono.  Y para cerrar, “Gloria" fue el momento para asimilar lo vivido, momento en el cual se consagró una velada por marcada por la excelencia.