Billy Idol: Vivir para los fans, clase 101
- Lukas Cruzat V.
- 2 sept 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 9 sept 2022

Fotografías: @el.eme
De Stanmore a Santiago. El camino de Billy Idol ha sido extenso, con múltiples vertientes, de altos y bajos. Es más, uno de los arquitectos del punk rock tardó 49 años de carrera en pisar Chile. Y con todos los pergaminos posibles: regaló un show diseñado para los leales, que le han dado todo lo que la Academia y la crítica especializada le debe, y llenó cada corazón que repletó el Teatro Caupolicán en una noche accidentada pero muy, muy especial.

Fotografía: @el.eme - Billy Idol, Teatro Caupolicán 01.09.22
La del jueves que inició septiembre fue una velada de tintes emotivos, pasión y mucho de dar, dar, dar y, obvio, recibir. William Michael Albert Broad se entregó por completo a un público que repletó el clásico de San Diego para encontrarse con un arranque furioso, de saltos y brazos al aire en la tan insuperable como icónica “Dancing with Myself”, que encendió el ambiente tanto cómo se necesitaba. En apenas 6 minutos de procesión, los 5 mil y monedas estaban en el mood que salieron a buscar. Sin ánimo de perder la atención general, el momento para “Cradle of Love” y “Flesh for Fantasy”. ¿Cómo es posible que al borde de su quinta década en la música recién se estrenó en el territorio?

Fotografía: @el.eme - Billy Idol, Teatro Caupolicán 01.09.22

Fotografía: @el.eme - Billy Idol, Teatro Caupolicán 01.09.22
Después de arrancar con “Cage” una selección de nuevos singles, en la casi treintañera “Speed” Idol comenzó a toser y demostrar síntomas de ahogo. Ante las complicaciones notorias, el equipo completo abandonó la escena y pronto entendimos que se trataba de problemas en los accesos, con acceso irregular de supuestos punks y bombas lacrimógenas de la policía. 30 minutos de para con el gran protagonista expresándose en sus redes a favor de volver cuando se le pasara el malestar. El punk vive todavía, infirió, y volvió con “Speed”, toda denuevo, más energética, sin los problemas en la garganta, sin el desesperante picor del gas que primero se esparció y terminó en el olvido con música, para el alma la receta ultimate.

Fotografía: @el.eme - Billy Idol, Teatro Caupolicán 01.09.22
Primó la intimidad en una sustanciosa y medio que modificada “Eyes Without a Face”, y Steve Stevens se adueñó del espectáculo con un solo que lo soltó definitivamente para terminar la jornada tal y como en su irrupción, guitarreando con el cordófono en la espalda… y hasta con las cuerdas en los dientes. Capaz y siempre compañero de su socio, su escudero usó cuánta guitarra pudo para deslumbrar y convertir el aplauso en uno cerrado, de reconocimiento por un concierto de alto vuelo. Stephen McGrath (bajo), Billy Morrison (el otro guitarrista), Erik Eldenius (en la batería) y Paul Trudeu (teclado) completaron el sexteto.

Fotografía: @el.eme - Billy Idol, Teatro Caupolicán 01.09.22

Fotografía: @el.eme - Billy Idol, Teatro Caupolicán 01.09.22
A Billy Idol aún le queda voz, la que levanta en los hits y reposa en esas novedades que traen más experimentación, pausa, visuales, teclados. Encima de todo, sí, conserva su tacto, es histriónico, innova el look cada tanto, dedica miradas de asombro ante las muestras de afecto y ofrece lo que encuentra, desde baquetas hasta la pila de setlists, como un verdadero premio para las primeras filas tan acaloradas y fieles. Con “One Hundred Punks” vibraron los que lograron pasar, en buena o mala ley, “Rebel Yell” la cabeceó el primero y el último de los presentes y “White Wedding” una guinda antes de abrazarse por última vez con una audiencia a la que le prometió que habrá reencuentro. Una introducción al significado de vivir para los fans.

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